El arte que nuestras manos rescataron

El arte que nuestras manos rescataron

¿Qué hay hoy en el tejido de una cesta Selk´nam?

Las planicies del norte de la isla de Tierra del Fuego son el territorio ancestral del pueblo selk’nam. Aunque todavía se escucha que este pueblo “está extinto”, en Argentina actualmente hay cerca de 700 personas que se identifican como selk’nam. Algunos de ellos aún hoy siguen produciendo un artefacto que continúa las tradiciones del pasado: un tipo de cesta de uso doméstico, tejido con junco endémico de la región. Este artículo, basado en dos semanas de trabajo de campo etnográfico, explora los elementos tangibles y no tangibles que componen el tejido de estas cestas, llamadas taykas (FIGURA 1). Los nombres usados son pseudónimos y el material visual es de la autora.

FIGURA 1. Cesta selk’nam ornamental hecha por “Naa Xocenkén”.

EL MATERIAL

Marsippospermum grandiflorum (FIGURA 2), conocido como taiu, es un tipo de junco endémico de las áreas biogeográficas “altoandina” y “bosques subantárticos” del sur de Chile y Argentina, que crece en ambientes fríos y húmedos. En el contexto del taller de Río Grande, fuimos a recolectar el taiu. Para desprender sus hojas sin arrancar los rizomas, hay que tener buena técnica y manos firmes. Al final, cuando los manojos del taiu recolectado ya fueron atados, las manos quedan suaves, como enceradas. El paso siguiente es pasar las hojas por el fuego para otorgarles resistencia y luego, almacenarlas hasta que llegue el tiempo de tejer la cesta.

FIGURA 2. El juncal de taiu en Aguas Blancas, cerca de Tolhuin e ilustración de los juncos (Marsippospermum grandiflorum).

El mundo relacional de la cesta selk’nam comienza con una yuxtaposición del acto de recolección del taiu (posiblemente llevada a cabo en grupo, intercambiando risas e historias) con las historias individuales y con factores ambientales como el clima y el bosque circundante. Probablemente, las cestas nacen también con una historia de almuerzos y mates compartidos, y el transitar por las serpenteantes rutas fueguinas. Entreverada en el tejido de una cesta tal vez queden la experiencia de la recolección del taiu y la sensación de cera en las manos, o sentimientos como la bronca con los castores y el amor por el bosque.


LA TÉCNICA

En el libro de la tejedora selk’nam Margarita Maldonado, la autora se refiere a la cestería como “un arte que nuestras manos rescataron”. Hace más de 35 años, guiados por una persona muy relevante en la comunidad, las manos de los actuales selk’nam se sumergieron en las aguas del tiempo para activamente reaprender la técnica. La repetición invistió a esas manos de conocimiento tradicional y el tejido de cestas las volvió a convertir en herramientas ancestrales.

Para comenzar el tejido de una cesta hay que enrollar una brizna de taiu alrededor de un dedo. Luego de enrollar, tejer, enrollar, y así sucesivamente. Eventualmente se obtendrá un espiral como el de la FIGURA 3. Los espirales se han relacionado con conceptos como “crecimiento orgánico”, “equilibrio”, y “algo producido por algún ser vivo”. El círculo como forma significativa también es representativo de comunalidad, aspectos femeninos y evocativo de concejos de ancianos. La técnica de tejido es intermediaria entre la persona que teje, el material y el artefacto. Mucha gente expresa lo personal que resulta el estilo de las cestas terminadas –si quien teje tiene experiencia, tejerá cestas prolijas y simétricas, si no la tiene, serán menos simétricas. La mayoría de las personas que han tejido cestas concuerdan en que su estado de ánimo influye en la apariencia de la cesta.

FIGURA 3. Ilustración del primer espiral tejido para la producción en clase de una cesta.

Así como la recolección del taiu tiende a ser una actividad grupal, para tejer una cesta se requiere una sola persona. Algunos tejen a la vez que realizan otras actividades: viendo televisión o compartiendo mates. Sin embargo, la gran mayoría teje en contextos sociales que a menudo también involucran la transmisión de la técnica. El principal es el taller de Río Grande, que opera desde hace treinta años, pero también en clases de historia o arte en escuelas, o en establecimientos terapéuticos.

Cesta selk’nam original en el Centro Cultural Yaganes de Río Grande, tejida en el año 2007.


EL SÍMBOLO

El uso tradicional de las cestas era en la recolección y su tejido, más bien abierto, permitía que los El uso tradicional de las cestas era en la recolección y su tejido, más bien abierto, permitía que los moluscos se escurrieran y que los hongos respiraran. Hoy, algunos miembros de la comunidad selk’nam están incursionando en formas de recuperar estas prácticas. En esencia, la cesta es un vehículo contenedor, un recipiente (FIGURA 4). La acción de tejerla, con sus repeticiones y contexto, puede considerarse un ritual, y en ese proceso las taykas van adquiriendo simultaneidad simbólica con diversas cosas:

  • terapia,
  • arte,
  • pasatiempo,
  • conexión con la naturaleza y la Tierra,
  • herencia cultural,
  • puente a los ancestros.
FIGURA 4. Ilustración de una cesta a medio tejer.

Como se dijo al hablar de la técnica, los sentimientos que la gente alberga cuando teje las cestas se transmiten a los objetos. De algún modo, la tayka se convierte en lo que la tejió, así como en un medio para que quien teje pueda definir experiencias.

Según lo mencionado por un arqueólogo de Ushuaia, la cesta selk’nam tiene ciertas propiedades totémicas, siendo un artefacto próximo al mundo natural de características emblemáticas e identificatorias. Así, para quienes no pertenecen a la comunidad selk’nam, las taykas son principalmente terapéuticas. Algunas personas, desde una postura un poco más reflexiva, las viven también como cristalizaciones de orgullo y solidaridad con el sufrimiento del pueblo selk’nam. Sin embargo, cuando los miembros del pueblo selk’nam pensaban en las cestas, solían mencionar que veían una expresión del reclamo de su identidad ancestral, un vehículo y recipiente a la vez, con relevancia social, de empoderamiento y comunicación cultural.


LA TAYKA

Es fácil encontrar cestas en los museos de Tierra del Fuego, tanto en su variante yagán como selk’nam (FIGURA 5). Algunas pocas han logrado preservarse de tiempos anteriores, cuando ambos pueblos vivían libres en la isla. Otras son de producción más reciente.

Naa Xocenkén, mujer selk’nam, reflexionaba que, aunque actualmente “tenemos un reconocimiento, […] en verdad no lo tenemos”, porque museos e instituciones han dicho que los objetos producidos por la comunidad son “réplicas”, no “originales”. Las comunidades originarias fueguinas están intentando desterrar el uso de la palabra “descendiente”, que conlleva el subtexto de que los ancestros eran los “puros” y que la “mezcla de sangres” extinguió a las culturas. La dicotomía réplica/original es una extensión analógica de ese discurso (TABLA 1).

Las asociaciones podrían continuarse de la siguiente manera:

Pueblos vivosExtintos
Selk’nam “puro” Descendiente “mestizo”
Cesta selk’nam legítimaRéplica
“original” “No original”
TABLA 1. Comparación terminológica empleada para referirse a las comunidades originarias fueguinas del pasado o del presente.

Una réplica es una copia exacta de un artefacto existente. Si recordamos lo analizado anteriormente, sabremos que replicar una de estas cestas es imposible. Por otra parte, nadie mostró interés o intención alguna de replicar una cesta, al contrario, la autenticidad de las cestas es fuente de orgullo para quienes tejen. “¿Réplica? ¿Qué réplica!? Esto es de mis manos, y yo soy selk’nam.”, palabras de la tejedora selk’nam Naa Elesken.

Así como lo es hoy, la producción de cestería selk’nam y la trasmisión de la técnica eran tradicionalmente tareas femeninas. “Se tiene que seguir tejiendo, no se tiene que perder, lo que mantiene viva la cultura es mamá, mi tía, que llevan a las escuelas y se preocupan por comunicar y enseñar”, comentario realizado por Alejandro, el hijo de Naa Xocenkén. También recalcó que es importante trabajar para que la gente entienda que los cambios experimentados por el pueblo selk’nam desde sus tiempos de cazadores-recolectores no invalidan su presencia actual. En consonancia con esto, para muchos de los entrevistados, la reflexión sobre la influencia social que tienen las taykas provoca comentarios respecto a la presencia actual del pueblo selk’nam y el conflicto que representa el reconocimiento cultural.

FIGURA 5. Ilustración de una cesta terminada, la tayka.

Según Héctor, otro miembro de la comunidad selk’nam, es más significativo pensar en las cestas como puentes desde y hacia las prácticas ancestrales que como manifestación de identidad –quien teje una tayka estará continuando con la tradición y la técnica, que son selk’nam, más allá de quién teja y dónde. De esta manera, quien teje se transforma en un canal por medio del cual el tejido perdura en el tiempo. Pero más allá de eso, para las manos selk’nam, tejer una cesta es como tejer un puente sobre un bache entre el pasado y el presente, por el que se invita a los ancestros a que se hagan presentes nuevamente.

Concluyendo, los elementos que componen las taykas incluyen al taiu, la planta endémica constituyente, la técnica ancestral recobrada y los estados de ánimo, experiencias, y necesidades de quienes tejen, así como al espíritu de un pueblo que se hace presente en la sociedad como comunidad que está siendo y tejiendo cestas.


Lecturas sugeridas:

  • Maldonado, Margarita.2021. Entre dos Mundos: Presente y pasado de los habitantes Selk’nam–Haus de Tierra del Fuego. (3ra ed.). Argentina: Latingráfica.
  • Gusinde, Martin.1989[1937]. Los Indios de Tierra del Fuego. Tomo Primero: Los Selk’nam. Buenos Aires: Centro Argentino de Etnología Americana.

GLOSARIO

TAIU: el junco Marsippospermum grandiflorum.
TAYKA: cesta selk’nam.


ARTÍCULO PRINCIPAL. El arte que nuestras manos rescataron. Autora: Guadalupe Canale. La Lupa No 24, julio 2024, 2-7, 2796-7360.

GUADALUPE CANALE. UBA-UNIVERSIDAD DE ESTOCOLMO
gcanrei@gmail.com

El viaje de los cauquenes

El viaje de los cauquenes

Grandes aventureros fueguinos

El número de aves que migran cada año es enorme, pero no todas tienen el mismo impacto en las culturas humanas que visitan. En ese sentido, la familia de los anátidos (categoría que agrupa patos, gansos, cisnes, ocas y otras aves acuáticas) tiene un lugar privilegiado. Su carácter social y su gran tamaño suelen poner a estas aves y sus rutas migratorias en el centro de jugosos relatos folclóricos y simbolismos.

En “El maravilloso viaje del pequeño Nils”, posiblemente la novela juvenil más importante de la literatura escandinava, un adoles- cente transformado contra su voluntad en un duende diminuto se ve obligado por accidente a recorrer toda Suecia montado sobre una bandada de patos silvestres. En el folclore chino la imagen de los gansos migratorios también es recurrente: se los asocia con el cambio de las estaciones, el paso del tiempo y las largas travesías que pueden separar a las personas y volver a unirlas a su regreso. Los vuelos de patos eran importantes en la antigua Roma como presagios del futuro (si la bandada volaba por la derecha del observador el pronóstico era bueno; si volaba por la izquierda, malo) en Norteamérica los patos y cisnes son personajes frecuentes en la cultura popular (el ejemplo más reciente es la película “¡Patos!”). Todas estas historias, sin embargo, refieren al hemisferio norte.

¿Acaso no existen en Sudamérica grandes anátidos migratorios?

CAU… ¿QUÉ?

Según la Administración de Parques Nacionales, al menos 36 especies de anátidos habitan en Argentina y más de la mitad realiza migraciones estacionales. Entre ellas encontramos al pato barcino, al pato maicero, al cisne coscoroba y los protagonistas de esta historia: los cauquenes colorados, comunes y reales (tres especies muy emparentadas agrupadas bajo el género Chloephaga).

Los caquenes tienen ciclos de vida similares y pueden distinguirse fácilmente por sus pluma- jes (FIGURA 1). Son aves elegantes y llamativas que pasan los veranos en la Isla Grande de Tierra del Fuego y en el extremo sur de Santa Cruz. Allí construyen nidos que tapizan con plumones de su propio cuerpo y se reproducen en parejas que mantienen por toda su vida (¡qué románticos!). A mediados del otoño se agrupan en grandes bandadas y emprenden una extraordinaria travesía de casi dos mil kilómetros a lo largo de toda la Patagonia, hasta sus sitios de invernada en los fértiles campos de Buenos Aires y La Pampa (FIGURA 2).

Si bien una migración de tal magnitud podríaequipararse fácilmente a las tan populares del hemisferio norte, eso no es lo que pasa. Las migraciones de los cauquenes son desconocidas para mucha gente. Incluso se omitió repetidamente su consideración al definir las áreas pro- tegidas nacionales, ya que no incluyen los sitios de descanso y de invernada que las tres especies requieren para su travesía anual. Estas omisiones son especialmente preocupantes si consideramos que, como vamos a comentar, hace casi cien años que las poblaciones de estos animales, antes abundantes, disminuyen continuamente.

¿QUÉ FUE DE ELLOS?

La decadencia de las grandes bandadas de cauquenes empezó en la década de 1930. En ese entonces, el número de individuos de las tres especies era unas diez veces mayor que hoy, e incluso llegaron a ser consideradas las aves acuáticas más abundantes de la Patagonia. Por este mismo motivo, su efecto en el ecosistema era mayor: reportes de la época indican que en el verano los cauquenes competían con las ovejas patagónicas y fueguinas por las pasturas, y que durante su invernada en Buenos Aires y La Pampa se alimentaban en los cultivares de trigo, afectando su rendimiento. Con estos fundamentos, en 1931 las tres especies fueron declaradas “plagas de la agricultura” por el gobierno de facto del Tte. Gral. Uriburu, quien a través de un decreto (FIGURA 3) llamó a la Dirección General de Agricultura a adoptar “las medidas que juzgue necesarias para la destrucción de ese animal”.

A partir de entonces, la acción contra los cauquenes fue feroz y eficiente. Los adultos fueron cazados de forma indiscriminada y, tanto en Tierra del Fuego como en el resto de la Patagonia Austral, se destruyeron nidos y huevos de forma masiva (incluso a cambio de recompensas). A esta persecución encarnizada, que se extendió por más de 70 años, se sumó además la introducción en la Isla Grande del zorro gris y el visón americano (dos especies exóticas que por sus hábitos predatorios contribuyeron a disminuir aún más las diezmadas poblaciones, atacando pichones y nidos).

FIGURA 1. A) El cauquén común, B) cauquén real, C) cauquén colorado, pueden distinguirse facilmente por sus plumajes. Fotos: A y B: Julián Santiago, C: dominio público.
FIGURA 2. Una bandada de cauquenes comunes cruza los cielos fueguinos rumbo a Buenos Aíres. Foto: Cristoph Moning (CC-BY).

DE PLAGAS A MONUMENTOS

Estas políticas públicas virulentas contra los cauquenes persistieron hasta finales del siglo XX, cuando comenzó a advertirse que las poblaciones de las tres especies habían alcanzado mínimos históricos, y que la de cauquén colorado, en particular, llevaba décadas por debajo de los 800 individuos. En aquel entonces, avances internacionales en materia de preservación ambiental (como la Convención de Bonn de 1979) motivaron una revisión de las decisiones que habían convertido a estas aves emblemáticas en enemigas declaradas del Estado argentino.

Tras 70 años de caza y persecución, en 1998 se tomaron las primeras decisiones positivas para su conservación: Buenos Aires le otorgó al cauquén colorado la figura de Monumento Natural Provincial (medida que Santa Cruz replicó en 2009) y su caza se prohibió por primera vez en territorio argentino. Se esperaba que las poblaciones, libres de la presión humana, volvieran a crecer rápidamente, pero tres décadas después los números siguen siendo críticos. La caza furtiva, la depredación de sus nidos por parte de zorros y visones, y la degradación de los hábitats que visitan en sus migraciones (FIGURA 4), son algunos de los factores que pueden explicar este fracaso.

FIGURA 3. El Decreto del gobierno de facto de acuerdo con el Boletín Oficial. Fuente: ww.boletinoficial.gob.ar

NOTAS DE ESPERANZA

Si bien su población todavía no se recupera, creemos que la historia de los cauquenes puede tener un final feliz. En los últimos años, muchos investigadores se dedicaron a estas especies y revelaron detalles enriquecedores sobre sus rutas migratorias, su estilo de vida, sus roles ambientales y los principales riesgos a los que están sometidos. Ahora sabemos, por ejemplo, que ayudan a la dispersión de musgos nativos, y que los parques de energía eólica pueden ser una amenaza si se interponen en sus rutas migratorias (las bandadas vuelan bajo y pueden ser atrapados por las hélices).

Parques nacionales (como el de Tierra del Fuego) y reservas provinciales también han ayudado, convirtiéndose en refugios indispensables para estos animales y proveyendo más oportunidades para investigarlos: un ciclo virtuoso que permite alcanzar mayores niveles de protección y diseñar nuevas estrategias. Entre los hitos más recientes se encuentra la primera liberación, hace solo dos años, de pichones de cauquén común incubados y criados artificialmente en Santa Cruz (FIGURA 5), una estrategia que el Programa Patagonia (iniciativa de conservación a cargo de la organización “Aves Argentinas”) espera poder extender a las otras dos especies. Este tipo de medidas, acompañadas por la comunicación apropiada y la promoción de nuevos estudios científicos, el control adecuado de la caza furtiva y la preservación y restauración de sus ambientes naturales, son algunas de nuestras herramientas para reparar el daño que hemos hecho a los cauquenes, devolviéndoles el sitio que merecen en nuestro ecosistema natural y cultural. Esperamos, con esta nota, haber dado un paso en la mejor dirección.

LECTURAS SUGERIDAS:

  • EcoRegistros (2024). Cauquén común (Chloephaga picta) — Ficha de la especie. https://www.ecoregistros.org/ficha/Chloephaga-picta
  • Rabuffeti, F. et al. (2013). Cartilla para la identificación de cauquenes de Argentina. Fundación Patagonia Natural. https:// patagonianatural.org.ar/cartillas-de-identificacion/
  • Mac Lean, D. et al. (2009). ¿Cuánto sabemos de los cauquenes? Habitantes de nuestras pampas. Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.

ARTÍCULO PRINCIPAL El viaje de los cauquenes. Grandes aventureros fueguinos. Autores: Julián Santiago, Valentina Álvarez Praino. La Lupa No 24, julio 2024, 16-21, 2796-7360.

¿Afecta el uso del bosque a la comunidad de aves?

¿Afecta el uso del bosque a la comunidad de aves?

El caso de los bosques de ñire

Los bosques son considerados de vital importancia para la humanidad, ya que proporcionan una amplia gama de bienes y servicios ecosistémicos esenciales (ej. leña, fibra, secuestro de carbono, etc.). Uno de estos servicios es el mantenimiento de la biodiversidad, la cual contribuye al sustento de procesos ecológicos muy importantes, como, por ejemplo, la polinización, el control biológico de plagas, el saneamiento y la prevención de enfermedades, y la recuperación del ecosistema luego de ser afectado por disturbios. Sin embargo, las actividades productivas en los bosques, como la agricultura, el aprovechamiento forestal, la ganadería y la extracción de combustibles fósiles, generan cambios en la biodiversidad que podrían afectar el funcionamiento de los ecosistemas, principalmente por fragmentación y pérdida de hábitat.

En la porción argentina de la Isla Grande de Tierra del Fuego (TDF), los bosques cubren el 35% de la superficie, representando uno de los recursos genuinos más importantes de la provincia. Estos bosques están compuestos principalmente por tres especies: Nothofagus pumilio (lenga), N. antarctica (ñire) y N. betuloides (guindo). Los bosques de N. antarctica, o ñirantales, se distribuyen en alrededor de 181 mil hectáreas en TDF, ocupando principalmente la zona central de la isla, rodeados de estepas al norte y bosques de lenga al sur. El uso de los ñirantales en Patagonia Sur (Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego) data desde el siglo XIX, con el inicio de la colonización y la producción ganadera ovina, principalmente para extracción de leña y postes para alambrados, y para protección y pastoreo de los animales. Desde sus comienzos, el uso ganadero de estos bosques ha sido extensivo y poco planificado, reduciéndose la cobertura arbórea con cortas —desde suaves hasta intensas— para aumentar la producción de forraje (plantas para alimentar a los animales) bajo su dosel (FIGURA 1). Como consecuencia de estos usos y de su propia dinámica natural, los bosques de ñire de TDF poseen actualmente una gran variedad de estructuras arbóreas, niveles de regeneración, composiciones florísticas y estados de conservación. Durante los últimos 20 años ha crecido el interés en reorientar el manejo hacia estrategias forestales y silvopastoriles más sustentables. Los sistemas silvopastoriles combinan en una misma unidad de superficie árboles con pastizales pastoreados por ganado. Para estos sistemas se han propuesto pautas de manejo que incluyen cortas, como raleos, con diferentes intensidades dependiendo de las condiciones de los sitios.

Si bien las aves no contribuyen en gran medida a la productividad total de los ecosistemas (producción de biomasa), sus roles ecológicos pueden impactar de manera significativa en su funcionamiento. Aunque pueden brindar servicios ecosistémicos de “provisión” (son una fuente de proteína y sus plumas sirven para confeccionar abrigos y ornamentación), cumplen funciones muy importantes de “regulación” (como control de poblaciones de insectos plagas y de roedores transmisores de enfermedades), de “soporte” (polinizan y dispersan semillas) y “culturales” (son fuentes de inspiración para el arte, la fotografía y cultos religiosos). Además, en los últimos años se han comprobado los beneficios de la observación de aves como actividad para el esparcimiento y la recreación.

En los ambientes terrestres del archipiélago de Tierra del Fuego, las aves constituyen el grupo de vertebrados más abundante y diverso, siendo las paseriformes las más características en el mosaico de hábitats que conforman el paisaje terrestre. En nuestras latitudes, las aves podrían ser aún más relevantes debido a que ocupan muchos papeles ecológicos claves.

 Por ejemplo, se ha demostrado que varias especies intervienen en la polinización (ej. Elaenia albiceps – fiofío silbón, FIGURA 2), la dispersión de semillas (ej. de calafate por Turdus falcklandii – zorzal patagónico), o sirven de alimento a depredadores (ej. Aphrastura spinicauda – rayadito, o Troglodytes aedon – ratona).

Existe evidencia de que las actividades productivas, como el aprovechamiento forestal o el uso ganadero, generan cambios en las comunidades de aves y en especial en ciertos grupos de especies. Por ejemplo, aquellas más especializadas (como las insectívoras) o que dependen de elementos estructurales de los bosques, como las que viven exclusivamente en el sotobosque o aquellas que utilizan árboles grandes para nidificar. Debido a esto, son consideradas buenos indicadores de cambio en las condiciones ecológicas, y han sido asociadas tanto a cambios globales (como el climático) como a cambios locales (como el uso del suelo). La identificación de taxones o grupos funcionales como bioindicadores es un método práctico para cuantificar el estado de conservación de los bosques, ya que vincula la respuesta de las especies (o las comunidades) a procesos ambientales relacionados a disturbios naturales y/o antrópicos. Por lo tanto, los bioindicadores son utilizados para evaluar el estado del ambiente y cómo este cambia con el tiempo, ya sea actuando como alerta temprana a cambios en el ambiente local, para monitorear un estrés específico del ecosistema o indicar el nivel de diversidad taxonómica en el sitio.

Figura 2. Elaenia albiceps (fiofío silbón). Foto: Marcelo de Cruz.

Durante la época reproductiva (verano) de 4 años consecutivos (2017–2020), estudiamos la comunidad de aves en bosques de ñire con presencia de ganadería. Hemos observado que en bosques con aperturas del dosel (raleos), la riqueza de especies aumentó debido a la aparición de aquellas especies características de ambientes abiertos (por ej. Xolmis pyrope – diucón, que suele utilizar bordes de bosque o arbustales). Sin embargo, la densidad (individuos/ha) de aves resultó similar a la encontrada en bosques sin intervenir. Especies con hábitos más generalistas (ej. Anairetes parulus – cachudito y ratona, FIGURA 3), que se alimentan del sotobosque (ej. Zonotrichia capensis – chingolo, Phrygilus patagonicus – comesebo patagónico), y que utilizan ambientes abiertos (humedales o pastizales) para capturar su alimento (ej. Tachycineta leucopyga – golondrina patagónica), aparecieron más frecuentemente en bosques con raleos o con bajas coberturas de copas.

Figura 3. Troglodytes aedon (ratona). Foto: Jorge López Moreno.

Un hallazgo sorprendente fue la observación de dos especialistas de bosque (Pygarrhichas albogularis – picolezna y rayadito, FIGURA 4), tanto en bosques sin cortas como en bosques con raleos.

Además, mediante este estudio pudimos identificar especies indicadoras en diferentes tipos de bosque. Spinus barbatus – cabecitanegra austral estuvo asociada a bosques con raleos. Rayadito y picolezna fueron indicadoras de bosques sin cortas y más cerrados. En cuanto a los bosques sin cortas pero más abiertos, siete especies fueron identificadas como indicadoras (ej. golondrina patagónica, chingolo, ratona y zorzal). De este estudio pudimos concluir que la implementación de los raleos en estos bosques favorece a algunas especies (ej. cabecitanegra austral, chingolo, ratona), pero permite mantener la presencia de especies indicadoras de bosque sin intervención (rayadito) y sensibles a disturbios (picolezna). El monitoreo de los bioindicadores encontrados permite evaluar los cambios en estos bosques y si las comunidades de aves se mantienen en buen estado de conservación. Esto podría incorporarse como herramienta práctica habitual en los planes de manejo.

  • Raleos: Técnica silvicultural que reduce la cantidad de individuos de una masa boscosa, permitiendo el ingreso de mayor radiación a los estratos inferiores del bosque, estimulando el crecimiento de algunas plantas (ej. gramíneas) y mejorando de esta manera la oferta forrajera para el ganado.
  • Paseriformes: Orden de aves denominadas tradicionalmente como pájaros, generalmente pequeñas, que se caracterizan por poseer una gran habilidad para el canto.
  • Grupos funcionales: Grupos de especies que utilizan los recursos de manera similar y tienen efectos parecidos sobre los procesos del ecosistema.
  • Bioindicadores: Plantas o animales presentes en ecosistemas terrestres o acuáticos, cuyas poblaciones pueden ser afectadas por cambios en el hábitat. Su uso como bioindicadores se basa en la susceptibilidad de estas especies para responder a los cambios ambientales.
  • Riqueza: Número de especies que componen una comunidad.
  • Generalistas: Especies que pueden utilizar gran variedad de ambientes y/o recursos.
  • Sotobosque: Toda vegetación (hierbas, arbustos, árboles jóvenes) que crece por debajo de las copas de los árboles.

ARTÍCULO PRINCIPAL ¿Afecta el uso del bosque a la comunidad de aves? El caso de los bosques de ñire. Autora: Julieta Benitez. La Lupa No 24, julio 2024, 28-33, 2796-7360.

Insectos de Tierra del Fuego

Insectos de Tierra del Fuego

Nuestra fauna invisible

FIGURA 1. Escarabajos carismáticos de Tierra del Fuego: (de izquierda a derecha) Aegorhinus vitulus, Oxipeltus quadrispinosus, Ceroglossus suturalis y Callysphyris leptotus.

Los insectos son uno de los componentes más diversos y fundamentales de la fauna fueguina. Habitan todos los ecosistemas terrestres, desde las costas hasta la alta montaña, bajo tierra y en las copas de
los árboles, siendo esenciales para su funcionamiento. Entre los servicios que brindan, destacan polinización, descomposición, control biológico de plagas y enfermedades, y alimento para otros organismos.

Ahora, ¿qué es un insecto? Son organismos invertebrados, pertenecientes al filo de los artrópodos. Se caracterizan por poseer, en estado adulto, el cuerpo segmentado en cabeza, tórax y abdomen, así como un par de antenas, dos pares de alas y tres pares de patas. Todas estas estructuras, sumadas a las piezas bucales, pueden estar modificadas al extremo para adaptarse a necesidades de alimentación, defensa o reproducción. El desarrollo es indirecto, ya que incluye siempre una fase juvenil (larva o ninfa) que, mediante metamorfosis, llega a adulto.

A nivel global, los insectos componen la mayor parte de toda la fauna terrestre conocida, superando el millón de especies y con estimaciones que llegan a los 30 millones. Cada estudio o avance tecnológico permite identificar nuevas especies día a día. Los grupos (órdenes) más importantes, tanto en cantidad de especies como de individuos, son los dípteros (moscas, mosquitos, tábanos), los lepidópteros (mariposas y polillas), los himenópteros (abejas, abejorros, avispas y hormigas) y los coleópteros (gorgojos, escarabajos, cascarudos). Sin embargo, hay muchos otros órdenes con menos especies y poblaciones menos abundantes, como hemípteros (chinches, chicharritas), homópteros (pulgones, cochinillas), odonatos (libélulas), psocópteros (piojos de la corteza), etc.

FIGURA 2. Coleóptero emblemático de Tierra del Fuego: Aegorhinus vitulus.

En Tierra del Fuego existe una gran riqueza de insectos, incluyendo muchas especies aún
desconocidas para la ciencia. Debido a su menor abundancia comparada con latitudes más bajas, suelen pasar desapercibidos. Muchos son muy pequeños y viven ocultos la mayor parte del tiempo (como los que habitan la hojarasca o la madera) y solo unos pocos son relativamente grandes y coloridos (FIGURA 1), o tienen un comportamiento característico que los hace llamativos e interesantes (FIGURA 2). Algunos tienen una distribución amplia (por ejemplo, en toda Patagonia) y otros son endémicos.

No todos los insectos que habitan Tierra del Fuego son nativos, ni habitan exclusivamente
ambientes naturales. En la última década, se han introducido y naturalizado especies exóticas como las avispas “chaqueta amarilla” (Vespula spp.) y abejorros (Bombus terrestris) originarios de Europa (FIGURA 3). También hay invasiones de insectos domésticos o asociados al hombre, como cucarachas (Blatella germanica), chinches de cama (Cimex lectularius) y piojos, y registro de plagas de plantas (pulgones y cochinillas) y animales (pulgas y garrapatas).

FIGURA 3. Avispa “chaqueta amarilla” (Vespula vulgaris, izquierda) y abejorro (Bombus terrestris, derecha), ejemplos de insectos exóticos naturalizados en Tierra del Fuego.

A causa de los servicios ecosistémicos que brindan y de sus requerimientos específicos de
hábitat, muchos insectos son muy sensibles a los cambios del ambiente, por lo que son buenos indicadores de la salud de los ecosistemas. Desde hace un tiempo, se trabaja en el CADIC y en la UNTDF para conocer más sobre su biología y ecología, evaluar su rol como bioindicadores, e incorporarlos a diversos estudios y monitoreos. Por ejemplo, para evaluar el impacto o la recuperación luego de un disturbio (como el aprovechamiento forestal, el uso silvopastoril o los incendios) o de una restauración.

Como citar: Insectos de Tierra del Fuego. Nuestra fauna invisible. Autores: María Vanessa Lencinas, Francisco J. Sola. La Lupa No 24, julio 2024, 40-41, 2796-7360.

FRANCISCO J. SOLA.
ICPA-UNTDF
fjsola@untdf.edu.ar

MARÍA VANESSA LENCINAS.
CADIC-CONICET

Jornadas por el día mundial de los océanos

Jornadas por el día mundial de los océanos

Cada 8 de junio se conmemora el Día Mundial de los Océanos, fecha instaurada en 2009 por la ONU para recordar cuán importantes son para la humanidad estos ambientes. Hace 9 años que el naturalista Adrián
Feldman organiza la celebración en Buenos Aires y le sugirió al organizador local, el fotógrafo subacuático y buzo profesional científico Mariano Rodríguez, que organizara las jornadas en Ushuaia.
Localmente, se celebraron tres ediciones (2022, 2023 y 2024), con exposición de charlas a cargo de especialistas en diferentes temáticas relacionadas al mar y el océano, y proyección de audiovisuales como insumos de debate sobre temas actuales.

FIGURA 1. Logo internacional por el Día Mundial de los Océanos (en inglés) 2024.

La edición 2024 (FIGURA 1), organizada por Argentina Submarina, el Museo del Fin del Mundo, World Oceans Day Argentina y Oceanar seres de agua, se celebró el 6, 7 y 8 de junio en el Museo del Fin del Mundo, el Polo Creativo Ushuaia (Agencia de Innovación, Gob. de T. del Fuego AIAS), y en la Casa de la Cultura (Municipalidad de Ushuaia), con una asistencia de casi 300 personas. El Museo fue sede de actividades para escuelas primarias, en donde las infancias expusieron sus puntos de vista luego de la proyección de cortometrajes sobre basura en el mar, biodiversidad del Mar Argentino y vocaciones científcas (FIGURA 2), además de recorrer dos salas con colecciones biológicas de aves y de invertebrados
del canal Onashaga.


FIGURA 2. Proyección de cortometrajes en el Museo del Fin del Mundo. Foto: Agencia de Innovación,
Gobierno de Tierra del Fuego.

Las actividades para público general se desarrollaron los dos primeros días en el Polo Creativo, y el tercer día en la sala Niní Marshall (Casa de la Cultura). Allí expusieron Walter Ruano y Mariana Duce sobre nado en aguas frías; Diana Méndez sobre sus experiencias como capitana, kayakista, buceadora y pescadora artesanal; Pablo Di Salvatore y Belén Reartes sobre cómo se estudian las poblaciones de centollas y el efecto de su pesca; Augusto Caballero sobre kayakismo; Carla Wichmann sobre el movimiento del Atlanticazo; Ramiro Braga y Eugenia Ra sobre cefalópodosdel pasado y del presente; y Gustavo Lovrich
sobre las intenciones de ciertos sectores políticos de vetar la ley que prohíbe la salmonicultura en el canal Onashaga. También, se proyectaron los documentales “Gardening Marine Forest”, “Blue Whales, el retorno de las gigantes”, “Sonic Sea” y “Península Valdés, cuna de la Patagonia”. El 8 de junio se realizó una limpieza en la playa de Bahía Golondrina, organizada en conjunto con “A limpiar Ushuaia”. Participaron 60 personas pertenecientes a la Armada Argentina y más de 30 voluntarios (FIGURA 3), que se acercaron a recolectar basura. Se juntaron 483 kg de basura, destacándose 14 neumáticos, 3 tachos metálicos de 200 litros y 7 botellas plásticas rellenas con palillos de hisopos.

FIGURA 3. Finalización de la jornada de limpieza en la playa de Bahía Golondrina. Foto: Mariano Rodríguez, Argentina Submarina.


Estas actividades buscan refexionar sobre la importancia de los océanos, fomentar la cultura oceánica y repensar nuestros vínculos con el mar. ¡Los y las esperamos en la próxima edición del Día Mundial de los Océanos 2025! Hicieron posible este evento Hotel Arakur, Hotel Tolkeyen, Reserva Natural Cerro Alarken, Agencia de Innovación de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de Tierra del Fuego y Municipalidad de Ushuaia. Varias organizaciones brindaron su apoyo, para conocerlas visitá la cuenta de Instagram de Mariano Rodríguez: @argentinasubma


BREVES. Jornadas por el Día Mundial de los Océanos. Autores: Cecilia Paula Alonso, Julieta Kaminsky,
Mariano Rodríguez.
La Lupa Nº 24, julio 2024, 42-43, 2796-7360.



¿Grises o verdes?

¿Grises o verdes?

Comparando las castoreras en dos hemisferios

Observando el paisaje fueguino, las castoreras se destacan como manchas grises (FIGURA 1A), donde los árboles están muertos y crece poco en el suelo inundado. En cambio, en el hemisferio norte, las castoreras típicamente son manchas verdes, debido a la vegetación que crece en ellas y a su alrededor.
¿Por qué el impacto es tan distinto en cada ecosistema? La diferencia clave entre las castoreras sudamericanas y norteamericanas es la comunidad vegetal. En Norteamérica, los castores se encuentran en todo tipo de ecosistema, con mucha variedad de plantas. Se alimentan preferentemente de los géneros Populus (álamos) y Salix (sauces). Estos árboles tienen una capacidad impresionante para reproducirse de manera vegetativa, es decir, que pueden crecer y reproducirse después de ser cortados, brotando de un tocón, raíces, o una rama cortada. En Tierra del Fuego (TDF), los bosques están
dominados principalmente por árboles del género Nothofagus, de crecimiento lento, que no resisten la inundación (FIGURA 1B). De las especies aquí encontradas, solo N. antarctica (ñire) puede regenerarse vegetativamente. Sin embargo, su tasa de crecimiento es más baja que las salicáceas (álamos y sauces). Por esto, los bosques de Nothofagus tardan mucho más en recuperarse, en comparación con los bosques de salicáceas que pueden regenerarse y crecer rápidamente. Los árboles muertos por la inundación en Sudamérica les confieren a las castoreras este aspecto más “gris,” mientras que un dique de castor en Norteamérica es tierra viva y verde (FIGURA 2A, 3E).


FIGURA 1. A. Castorera en estancia Rio Apen, donde se observa el “aspecto grisáceo” de los árboles muertos. Foto: Emiliano Arona. B. Árboles muertos en una castorera vieja en el Parque Nacional TDF.

FIGURA 2A. Dique de castor en el parque nacional Yellowstone, EEUU.
Se observa la vegetación creciendo sobre el mismo.
2B. Rana luteiventris, habitante común de las castoreras.
2C. Agelaius
phoeniceus, un ave habitual en los cuerpos de agua en Norteamérica

Los ecosistemas de Norteamérica tuvieron 6 millones de años para evolucionar con el castor de hoy, y millones más con sus antecesores. Por ende, muchas especies se benefician de sus construcciones: son hábitats críticos para diversas comunidades de invertebrados, aves, anfibios, reptiles, peces y mamíferos (FIGURAS 2, 3). En cambio, los castores llevan menos de 100 años en TDF. Sus impactos, en vez de ser una continuación de una trayectoria evolutiva de millones de años, son perturbaciones. Por ejemplo, en su entorno natural, los castores generan diversos microhábitats acuáticos que promueven más diversidad de invertebrados. Pero en TDF, introducen un exceso de materia orgánica al agua, aumentando el alimento para los invertebrados, pero disminuyendo su diversidad por tapar los microhábitats de los que dependen. Este patrón, en el que las castoreras fomentan la dominancia de distintos grupos y cambian la composición de la comunidad, se ve repetido en las aves y especialmente en las plantas, donde sus actividades permiten el establecimiento de especies invasoras o exóticas.

FIGURA 3. A. Animales vistos frecuentemente en castoreras de los parques nacionales Yellowstone y Grand Teton, EEUU.
E. Una castorera en el parque nacional Grand Teton, EEUU, con abundante vegetación herbácea. Por detrás se observan numerosos sauces (Salix spp.).
A. Ganso con juveniles (Branta canadensis).
B. Garza azul (Ardea herodias).
C. Alce con su cría (Alces alces).
D. Nutrias del río (Lontra canadensis).

El caso del castor norteamericano ilustra bien por qué las especies invasoras son tan dañinas: introducen desafíos para que los cuales las comunidades nativas no han coevolucionado y a los que no pueden adaptarse en el corto plazo.


BREVES. ¿Grises o verdes? Comparando las castoreras en dos hemisferios. Autora: Kathryn Davis. La Lupa Nº 24, julio 2024, 36-37, 2796-7360.



Viviendo al límite:

Viviendo al límite:

La amenaza de los incendios en la Interfaz Urbano-Rural

La Interfaz o Interfase Urbano-Rural (IUR) es el área de transición entre los ecosistemas naturales y las zonas urbanas, donde la vegetación se entrelaza con la infraestructura urbana. Esta configuración aumenta significativamente la vulnerabilidad de la población frente a los incendios forestales, especialmente debido a su proximidad a centros urbanos. Representa un punto crítico a la hora de combatir un incendio debido a una mayor exposición humana a sufrir daños en comparación con los incendios en áreas remotas. El crecimiento de asentamientos humanos hacia los bosques y otros ecosistemas incrementa el riesgo de ignición, convirtiendo las zonas de IUR en focos de problemas socio-ambientales, incluyendo incendios, acumulación de basura, fragmentación del hábitat, pérdida de biodiversidad y disputas territoriales. Este ensayo explora cómo la región de Valparaíso en Chile y la región sur de la provincia de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur en Argentina enfrentan desafíos
similares en la gestión de incendios forestales debido a su configuración de IUR y a la influencia del cambio climático, subrayando la necesidad de poner énfasis en estas zonas (FIGURA 1). En una provincia donde el uso del fuego es habitual, especialmente asociado a la calefacción a leña en los hogares, es crucial recordar que los incendios forestales impactan negativamente a las comunidades, afectando las economías locales y sectores como el comercio y el turismo. Además, los incendios en ecosistemas naturales causan daños ecológicos a largo plazo al comprometer su capacidad para capturar y almacenar CO2, contribuyendo así al cambio climático.

FIGURA 1. A.Uso de fuego con fines de calefacción en hogares de la interfaz urbano-rural (IUR) de Ushuaia. Foto: M. Claire Aravena.
FIGURA 1. B.Panorámica de la IUR en Valparaiso. Foto: V. Valparaíso (Flickr

CASO DE ESTUDIO: INCENDIO FORESTAL EN LA REGIÓN DE VALPARAÍSO

En febrero de 2024, la región de Valparaíso fue escenario de una tragedia sin precedentes debido a incendios forestales simultáneos que afectaron a las ciudades de Viña del Mar, Valparaíso, Quilpué y Villa
Alemana. Durante tres días, el fuego consumió más de 3.000 hogares, cobró la vida de 130 personas y dejó miles de damnificados. Durante la última década, esta región ha enfrentado frecuentes incendios forestales. La deficiencia en infraestructura de cortafuegos adecuada y la acumulación de desechos en
áreas industriales, urbanas y de interfaz amplificaron el riesgo de ignición y propagación del fuego.

COMPARACIÓN DE PAISAJES: VALPARAÍSO Y TIERRA DEL FUEGO

Comprender el paisaje como una matriz interconectada es fundamental para la gestión del riesgo en regiones donde la población mantiene una estrecha relación con los ecosistemas naturales. Las ciudades
costeras de la región de Valparaíso en Chile y la región sur de Tierra del Fuego en Argentina, aunque separadas por más de 3.500 km, comparten una preocupante similitud: su vulnerabilidad frente a incendios en la IUR (TABLA 1). La comparación entre Valparaíso y Tierra del Fuego (Ushuaia y Tolhuin) destaca la importancia de una gestión integral del riesgo de incendios, que aborde aspectos sociales, económicos y ambientales. La combinación de entornos urbanos y naturales crea un escenario complejo y desafiante para la prevención, control y combate de incendios forestales. Aunquecada región es única, ambas se caracterizan por su configuración montañosa y sus asentamientos humanos en cerros lo que aumente considerablemente el riesgo ante incendios en la IUR. Esto subraya la necesidad de fomentar una cultura de uso responsable del fuego para proteger tanto a las comunidades como a los ecosistemas adyacentes.

TABLA 1.

LECCIONES APRENDIDAS Y ACCIONES FUTURAS

Observar las consecuencias de los incendios en Valparaíso ofrece una oportunidad crucial para concientizar a la población fueguina sobre el uso responsable del fuego. Es esencial implementar medidas efectivas, como la instalación de cortafuegos estratégicos y la mejora de la infraestructura de respuesta. Una adecuada planificación urbana y territorial también reduciría la vulnerabilidad y los riesgos asociados a los incendios en la IUR. Promover programas educativos y fomentar la participación comunitaria son pasos clave para cultivar una cultura de uso responsable del fuego desde temprana edad, fortaleciendo así la capacidad de las comunidades para prevenir y responder eficazmente a emergencias provocadas por incendios en la IUR. Para más información sobre incendios forestales, índice
de riesgos y sitios habilitados para el uso de fuego en la Provincia de TDF, visita: https://prodyambiente.tierradelfuego.gob.ar/indice-riesgo-incendio

ENSAYO. Viviendo al límite: La amenaza de los incendios en la Interfaz Urbano-Rural. Autores: Marie Claire, Aravena Acuña, Matt Ruggirello. La Lupa Nº 24, julio 2024, 44- 45, 2796-7360.