Marcelo “Charango” Gutiérrez.
Queremos aprovechar este espacio para homenajear y recordar a nuestro querido amigo y compañero de tareas Marcelo “Charango” Gutiérrez, de quien nos despedimos recientemente, el 24 de junio de 2024 (PORTADA).

Charango era oriundo de Haedo, en la zona oeste del Gran Buenos Aires, donde transcurrió parte de su vida. En 1986, realizó un viaje de mochilero a Ushuaia con su entonces amigo Wilson. Regresó a Haedo a preparar sus cosas y, en 1987, volvió a Ushuaia para quedarse. Comenzó a trabajar en la ciudad en el rubro electricidad, en su propio taller aplicando sus vastos conocimientos en el tema. Además, una de sus grandes pasiones era la náutica, disfrutaba de las salidas en su bote “Fisura”, desde donde barrenaba las olas del canal Beagle.
En 2001, ingresó a CADIC en la carrera de personal de apoyo de CONICET. A lo largo de los años colaboró con distintos grupos de trabajo, ofreciendo soluciones prácticas de todo tipo. Era especialmente hábil en imaginar y crear alternativas, construyendo “equipos artesanales” de medición y realizando reparaciones de instrumentos (FIGURA 1).

Efectuaba con pericia desde soldaduras hasta arreglos electrónicos específicos y muy delicados. Manejaba muy bien el torno y la soldadura. En su taller de CADIC atesoraba todo tipo de elementos en desuso, instrumentos y herramientas que luego sabía emplear con mucho ingenio. Le gustaba encontrarles nueva vida a los objetos, desde una junta del motor de un auto a la pava de un antepasado… él le reinventaba una función (FIGURA 2A). De este modo, a través de sus invenciones y reparaciones muchas investigaciones pudieron llevarse adelante. La labor de Charango en este sentido ha sido ciertamente relevante si se contextualiza el entorno geográfico donde nos desempeñamos: muchas veces enviar equipos a reparar al continente puede resultar bastante complejo. Así también nos ha brindado equipos alternativos con prestaciones similares a los desarrollados por empresas del exterior o soluciones de bajo costo respecto de reparaciones en proveedores.
Fuera del ámbito laboral, quienes lo conocimos podemos destacar su predisposición permanente a ayudar en lo que pudiera. Era una persona solitaria y testaruda, si se le cruzaba una idea era difícil que cambiara de opinión. Sin embargo, quienes establecieron un vínculo más cercano conocieron a una persona muy sensible y compañera, desprendida y generosa. Charango era amante del mar, del rock, del violonchelo, de elaborar artesanías, veladores y “artefactos” de cobre (FIGURA 2B). Además, era, como él mismo decía, fanático de “unas buenas burbujas” (traducido en un buen espumante) y priorizaba compartir buenos momentos con amigos. Solíamos escuchar sus frases comunes como el “más vale”, “olvidate” y verlo con su cigarrillo armado y música “al palo”.


Lo recordamos patinando sobre el hielo en su auto y con el freno de mano puesto sólo para divertirse. Lo imaginamos cruzando la Patagonia en moto, en ese último viaje que no llegó a hacer. Lo recordamos con sus buenos y malos humores, pero principalmente como en su despedida: brindando por disfrutar de la vida de la mejor forma y con un ¡hasta luego!
¿QUIÉN ES? Marcelo “Charango” Gutiérrez. Autores: Patricia Rodríguez y colaboradores.
La Lupa Nº 25, diciembre 2025, 44-45, 2796-7360.