¿Grises o verdes?
Comparando las castoreras en dos hemisferios
Observando el paisaje fueguino, las castoreras se destacan como manchas grises (FIGURA 1A), donde los árboles están muertos y crece poco en el suelo inundado. En cambio, en el hemisferio norte, las castoreras típicamente son manchas verdes, debido a la vegetación que crece en ellas y a su alrededor.
¿Por qué el impacto es tan distinto en cada ecosistema? La diferencia clave entre las castoreras sudamericanas y norteamericanas es la comunidad vegetal. En Norteamérica, los castores se encuentran en todo tipo de ecosistema, con mucha variedad de plantas. Se alimentan preferentemente de los géneros Populus (álamos) y Salix (sauces). Estos árboles tienen una capacidad impresionante para reproducirse de manera vegetativa, es decir, que pueden crecer y reproducirse después de ser cortados, brotando de un tocón, raíces, o una rama cortada. En Tierra del Fuego (TDF), los bosques están
dominados principalmente por árboles del género Nothofagus, de crecimiento lento, que no resisten la inundación (FIGURA 1B). De las especies aquí encontradas, solo N. antarctica (ñire) puede regenerarse vegetativamente. Sin embargo, su tasa de crecimiento es más baja que las salicáceas (álamos y sauces). Por esto, los bosques de Nothofagus tardan mucho más en recuperarse, en comparación con los bosques de salicáceas que pueden regenerarse y crecer rápidamente. Los árboles muertos por la inundación en Sudamérica les confieren a las castoreras este aspecto más “gris,” mientras que un dique de castor en Norteamérica es tierra viva y verde (FIGURA 2A, 3E).


Se observa la vegetación creciendo sobre el mismo.


phoeniceus, un ave habitual en los cuerpos de agua en Norteamérica
Los ecosistemas de Norteamérica tuvieron 6 millones de años para evolucionar con el castor de hoy, y millones más con sus antecesores. Por ende, muchas especies se benefician de sus construcciones: son hábitats críticos para diversas comunidades de invertebrados, aves, anfibios, reptiles, peces y mamíferos (FIGURAS 2, 3). En cambio, los castores llevan menos de 100 años en TDF. Sus impactos, en vez de ser una continuación de una trayectoria evolutiva de millones de años, son perturbaciones. Por ejemplo, en su entorno natural, los castores generan diversos microhábitats acuáticos que promueven más diversidad de invertebrados. Pero en TDF, introducen un exceso de materia orgánica al agua, aumentando el alimento para los invertebrados, pero disminuyendo su diversidad por tapar los microhábitats de los que dependen. Este patrón, en el que las castoreras fomentan la dominancia de distintos grupos y cambian la composición de la comunidad, se ve repetido en las aves y especialmente en las plantas, donde sus actividades permiten el establecimiento de especies invasoras o exóticas.

E. Una castorera en el parque nacional Grand Teton, EEUU, con abundante vegetación herbácea. Por detrás se observan numerosos sauces (Salix spp.).




El caso del castor norteamericano ilustra bien por qué las especies invasoras son tan dañinas: introducen desafíos para que los cuales las comunidades nativas no han coevolucionado y a los que no pueden adaptarse en el corto plazo.
BREVES. ¿Grises o verdes? Comparando las castoreras en dos hemisferios. Autora: Kathryn Davis. La Lupa Nº 24, julio 2024, 36-37, 2796-7360.